Jin Xing fue una pionera de la nueva danza China y cuando la entrevisté en 2006 para EL PAÍS dijo: “Puedo ser la estatua de la libertad de China”. Metafóricamente, Tao Ye y toda su generación, están escalando dentro de esa estatua simbólica de expresión abierta a nuevos horizontes, saltando los escalones de tres en tres, ganando tiempo. A pesar de que el tempo chino no es el tempo español, el ideario del coreógrafo cala.
Cuán lejos, cuán cerca está la danza oriental moderna de los sistemas codificados occidentales; esto ahora se está estudiando pormenorizadamente. En Tao Ye está sobre todo la estilización del tai-chi, con un algo de contacto y hasta un reelaborado ritual plástico de corte sintoista, pero también hay un poderoso control sobre la rítmica (a veces endemoniada de difícil). Y tanto en 4como en 5 el vestuario es un factor inteligente, móvil, que contribuye a la seducción del público.
Todo resulta hipnótico, de engranaje perfecto. En la primera, con el obsesivo del ensemble a cuatro, en la segunda con la organicidad de un cuerpo único (compuesto por cinco) a través de ese traje-piel, que es extensión de la forma animada. Digno de verse este riguroso trabajo.