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Ha venido por primera vez a España, dentro del festival Madrid en Danza, precedido de elogios en los más importantes periódicos internacionales. Al joven coreógrafo de 27 años Tao Ye (en China, como en otros países del este de Europa, el apellido se escribe primero) el New York Times lo calificó de “extraordinario y tentador”, de “autoridad teatral”, cuando se presentó con su compañía, la Tao Dance Theater, en el Lincoln Center, en julio de 2012.
Ha sido la primera formación de danza contemporánea en bailar en tan prestigioso escenario para este arte (el Lincoln Center es sede del New York City Ballet que fundara Georges Balanchine) y aunque en las crónicas neoyorquinas de entonces también se apuntara el hecho de que algunos espectadores salieran de la función antes de terminar, lo que no dejan de subrayar es que el suyo es un lenguaje muy personal, hipnótico. Y así lo corroboramos tras verlo.
Durante nuestra conversación de ayer en su camerino de los Teatros del Canal, minutos antes del estreno de 4 y 5, las dos obras con que se presentan por primera vez en nuestro país, asistimos en paralelo al proceso de transformación de la primera bailarina, su también esposa Duan Ni, ocultando su rostro tras un maquillaje negro.
Como todos los excelentes miembros de la TAO Dance Theater, lleva la cabeza rapada y tiene un cuerpo delgado y musculado que luego comprobaremos extremadamente flexible. Parecen monjes shaolines con la misión de moverse sin principio ni final. “El tiempo cambia con la repetición continua”, dice Tao Ye entre las sentencias de su manifiesto, casi una reacción minimalista, aséptica y despojada de espectacularidad, frente a la tradición colorista de la danza clásica y la ópera china que tanto impulsó la Dinastía Tang desde el siglo VIII.
Y es que así es su día a día, exento de fiestas y distracciones, ensayando sin parar en su estudio de Pekín , “casi un monasterio”, nos confiesa después Allison M. Friedman, norteamericana especializada en chino mandarín y artes escénicas, que hace 12 años llegó a Pekín con una beca y hoy es directora creativa de Ping Pong Arts, la empresa que les produce y distribuye.
Era inevitable preguntarle a Tao Ye, aunque al final de la conversación, por la noticia aparecida en EL MUNDO minutos antes de la entrevista: España ordena el arresto internacional de cinco ex-comunistas chinos, entre ellos el ex-presidente Jiang Zemin, por la represión en el Tíbet. Pero contesta con su siempre inmutable expresión. “Vivo una vida apolítica y no tengo respuesta”, dice ya de pie. Faltan 10 minutos para que se levante el telón y él se sentará en el patio de butacas delante nuestro, ya que sólo interviene en la segunda parte.
Hablar con él, traductora chino-español mediante, supone entrar en un mundo donde lo que puede ser el final de un concepto se impone como el inicio de otro, como cuando le preguntamos por qué no titula sus coreografías, a las que llama por números. “Un día descubrí que por titularlas había limitado las posibles imágenes de cada espectador y no quería que fuese así. Mi trabajo es un proceso y no quiero que haya límites, aunque los límites también te pueden dar otras oportunidades, pueden ser otra forma del proceso” .
Este bucle al que nos aboca con su declaración, lo sentimos de nuevo después viendo sus coreografías. En 4, los bailarines, vestidos con indumentaria campesina tradicional, cara pintada de negro y pañuelo del mismo color en la cabeza, se desplazan al unísono con un lenguaje de movimientos fluido, aunque también escueto. No hay intención de comunicar, pensamos, sino de meter al espectador en ese bucle al que aludíamos y que muy bien se puede calificar, como ya dijeron en Nueva York, de danza hipnótica.
“Mi intención no es modernizar”, dice Tao Ye sobre su particular ideología de la danza, cercana a la expresión corporal, al Tai Chi y disciplinas corporales sin mensaje, más allá de la plástica o de la experiencia individual de los intérpretes en su proceso dinámico. “Lo que persigo”, confiesa, “es retroceder a la naturaleza del cuerpo, a su estado inicial. Quiero volver al origen del cuerpo”. Y comprendemos sus ideas al ver que en la coreografía 5 los bailarines se integran en un todo corporal que se desplaza como un magma por el escenario, como una célula flotante por el torrente sanguíneo, girando, como la vida, como el mundo, en un bucle infinito que, aquí, se podrá ver hasta el viernes.